HABLEMOS DE LAS NEURODIVERGENCIAS COMO DISCAPACIDAD PSICOSOCIAL...¿ES LO MISMO?
- Nelly Lucía Herrera Santos
- 22 abr
- 3 Min. de lectura
La discapacidad no es una enfermedad, ni una incapacidad para decidir por uno mismo. Tampoco es un estado de salud físico ni mental, ni algo que debe ser corregido o “superado”. La discapacidad ocurre cuando una persona con una “deficiencia” física, sensorial, intelectual o mental se enfrenta a barreras del entorno que impiden su plena participación en equidad.
Durante siglos, la discapacidad fue vista desde un enfoque religioso o médico. Se creía que era un castigo, una tragedia o un defecto a corregir. Hoy, gracias al activismo y a los marcos internacionales como la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, avanzamos hacia un modelo social y de derechos humanos. Este modelo nos dice que la discapacidad no está en el cuerpo de la persona, sino en el entorno que la excluye.

La discapacidad, como construcción social, busca que dejemos de preguntar “¿qué le pasa a la persona?” y empecemos a preguntarnos “¿qué le pasa a la sociedad para excluirla?” Así, dejamos de ver a las personas con discapacidad como “problemas individuales” que deben “adaptarse”, y empezamos a exigir transformaciones en:
La infraestructura.
Los sistemas educativos.
El lenguaje.
La cultura laboral.
Hablar de discapacidad nos permite visibilizar la exclusión como resultado del diseño social, desnunando el entorno capacitista:
Escuelas que no adaptan contenidos.
Entrevistas laborales diseñadas para un solo tipo de comunicación.
Trámites que requieren que “esperes tu turno en silencio”.
Lenguaje que infantiliza o estigmatiza.
Todo eso puede producir discapacidad al excluir a personas que no encajan en el modelo estándar. Estas premisas nos permiten hablar de ajustes razonables, de acción afirmativa, de cuotas de participación, no como “ayudas”, sino como condiciones necesarias para la equidad.
Ahora, ¿qué es la discapacidad psicosocial?
La discapacidad psicosocial se refiere a las barreras que enfrentan las personas que tienen condiciones de salud mental, diferencias en el funcionamiento emocional, cognitivo o conductual, cuando estas limitan su participación plena y efectiva en la sociedad.
No se trata solo de una “condición clínica”, sino de cómo el entorno responde a ella: si la rechaza, la infantiliza, la medicaliza o le niega derechos. El término "psicosocial" visibiliza que la exclusión no es solo individual ni médica, sino profundamente social y estructural.
Finalmente, ¿las personas neurodivergentes son personas con discapacidad?
Las personas neurodivergentes también podemos ser personas con discapacidad, lo cual no se determina por el diagnóstico sino por el nivel de apoyo requerido frente a las barreras existentes en el entorno.
Calzaría como discapacidad psicosocial porque la condición proviene de un procesamiento neurocongitivo diferencial respecto de lo que se ha establecido como “normal”.
Al respecto, a pesar de haber un reconocimiento teórico existe mucho estigma con relación a lo que debería configurar la discapacidad psicosocial, asumiendo que la discapacidad recae en la falta de funcionalidad, agencia, o “capacidad”. Por lo que, muchas personas neurodivergentes evitan, con justa razón, exponerse a la evaluación respectiva para ser reconocidas como personas con discapacidad sin poder exigir la aplicación de ajustes razonables.
Entonces, las neurodivergencias pueden generar situaciones de discapacidad psicosocial y reconocerlo, a pesar del estigma propio de la “discapacidad”, nos permite:
Reclamar derechos desde el marco legal de la discapacidad.
Exigir ajustes razonables en educación, salud, justicia y empleo.
Romper con el estigma de la salud mental.
Visibilizar que no es un “problema interno”, sino una injusticia social.
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